*Desarraigo
y ruptura con seres queridos, el común denominador de migrantes.
*El gobierno
de Trump ha expulsado a unos 40 mil indocumentados.
*Estudiantes
de la Pioneer High School de Detroit se manifestaron.
*Pidieron que se retrase la deportación de
José Luis Sánchez-Ronquillo.
Redacción /
Carta Mesoamericana
Ciudad de
México
Todos ellos
tienen en común el dolor del desarraigo y la ruptura con sus seres queridos. La
humillación de quienes los persiguieron y trataron como criminales en Estados
Unidos y el recelo de quienes los reciben en México como derrotados o
criminales.
Hoy todos
ellos avanzan a duras penas en su afán por recuperar las señas de su identidad
o recomponer su proyecto de vida mientras se reinsertan en esa realidad social
que les resulta ajena o agresiva.
La mayoría
vuelve sobre sus pasos para tratar de recuperar fuerzas, amigos y lazos
familiares que creían en el olvido.
Algunos de
ellos (los menos), sólo se darán una breve pausa antes de volver a intentar el
cruce fronterizo hacia Estados Unidos.
Mi vida está
allá. Ya no tengo a nadie acá, asegura Germán López, inmigrante oaxaqueño que
acaba de desembarcar del vuelo que lo trajo esposado desde Estados Unidos.
Mientras
rebusca en una pequeña bolsa de plástico, la única posesión que le permitieron
las autoridades de inmigración estadunidenses, Germán insiste en sus planes de
cruzar de nuevo la frontera.
“Aquí no
tengo futuro. Los sueldos son una miseria. Y mi padre, mi esposa y mi hija
están allá, asegura al defender su derecho a la reunificación familiar”, dice.
Casi sin
proponérselo, este creciente ejército de deportados empuja el nacimiento de un
movimiento en defensa de los derechos civiles hacia ambos lados de la frontera.
Un
movimiento que parece la réplica de la lucha que, algunos de ellos, han
protagonizado en Estados Unidos como mojados; esclavos de la era moderna que
trabajan mientras sueñan con sus derechos plenos como ciudadanos.
El gran
catalizador de este movimiento ha sido la política de Donald Trump acelerando
las deportaciones masivas. Buscando la militarización de la frontera y la
creación de oficinas de denuncia contra los inmigrantes.
Y todo ello,
a pesar de que el número de detenciones en la frontera ha caído a niveles sin
precedente.
Desde el
inicio de la era Trump, casi 40 mil inmigrantes indocumentados (con o sin
historial criminal) han sido deportados.
“En medio de
esta tempestad, creo que estamos asistiendo al nacimiento de un movimiento con
deportados que son líderes reales, no ficticios.
“Algunos de
ellos han luchado como activistas en Estados Unidos. Son personas que no
quieren que alguien los represente o hable por ellos. Ellos tienen voz propia.
Ellos son
hoy la simiente de un movimiento que va a crecer en México, aseguró Eduardo
Bolaños, veterano activista del Comité de Justicia Social del Valle de
Coachella, California.
Hace poco,
Bolaños asistió a la primera conferencia de Deportados Unidos en la Lucha.
Durante este acto, en el Museo de la Memoria y la Tolerancia, este grupo dio a
conocer un manifiesto para exigir el fin de la discriminación; el respeto a sus
derechos humanos; el derecho a la reunificación; el reconocimiento de
documentos que avalan su experiencia profesional.
Pero,
además, un empleo y a un salario dignos y una representación política migrante
dentro del gobierno, entre otros puntos.
“Nos vimos
en la necesidad de organizarnos porque las ayudas del gobierno son pocas. Los
espacios para expresarnos son reducidos o están ocupados por gente que sólo
estudia el fenómeno migrante, pero sin saber lo que es ser un migrante.
Por eso nos
organizamos de forma independiente, aseguró Ana Laura López, la cabeza visible
de este colectivo.
Ana Laura,
mujer entrada en los 40 años, luchó durante más de una década en defensa de los
derechos de los inmigrantes en Chicago. Después de 15 años de intenso trabajo y
la formación de una familia, esta inmigrante de Jalisco fue deportada cuando
intentaba viajar a México para regularizar su situación migratoria.
Hoy, ella es
protagonista de un fenómeno que se nutre de la desesperanza, de la frustración,
de la pérdida de la ilusión y de las ganas por cambiar el país que los expulsó
ante la falta de oportunidades, la miseria galopante o la violencia del
narcotráfico.
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